El Jardín de la Alegria

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El Jardín de la Alegria
Aunque de entrada pareciera que es una película británica ‘del montón’, El Jardín de la Alegría (Saving Grace, 2000), es una agradable experiencia que se puede vivir tranquilamente una tarde cualquiera.
Ganadora del Premio de la Audiencia en el Festival de Cine Independiente Sundance, el filme de Nigel Cole intenta seguir los pasos de otros productos británicos de buen éxito como Cuatro Bodas y Un Funeral y Todo o Nada (Full Monty).

Sus ingredientes son semejantes a los casos mismos que en las anteriores: un lugar aislado, actuaciones sinceras, personajes extraños pero simpáticos, una buena mezcla de humor y drama y un final complaciente con la audiencia.

La premisa en la que está basada la historia es sumamente sencilla: la recién enviudada Grace (Brenda Blethyn), quien es experta en el arte de la jardinería, descubre que su ahora difunto marido no era precisamente la mejor persona del mundo, por lo que las múltiples deudas que éste contrajo durante su vida, le son heredadas a pesar de que jamás estuvo enterada de nada.

A punto de perder su casa, con una hipoteca prácticamente imposible de pagar, Grace se asocia con su jardinero, Matthew (Craig Ferguson) para desarrollar un invernadero de marihuana, misma que tiene pensado vender en pequeñas cantidades para poder juntar el dinero suficiente para salvar su hogar, lo que desata varios rumores en el pueblo y la expondrán ante el riesgo de conocer a verdaderos narcotraficantes que desean quedarse con la producción de la droga.

El humor que maneja el filme es muy británico y, hasta cierto punto, inofensivo si se compara con la gran cantidad de tonterías que han invadido la pantalla en fechas recientes, con su humor lleno de fluidos corporales, flatulencia y demás extravagancias por el estilo.

A pesar de esto, el guión es en ocasiones realmente chispeante e ingenioso, aunque en términos generales no provoca las grandes carcajadas que de un material como éste se podría esperar.

El filme es deliciosa y políticamente incorrecto, pues aunque no es necesariamente una oda a la marihuana, si critica velada pero eficazmente las hipócritas políticas británicas (y mundiales a final de cuentas) que legalizan el consumo del alcohol pero envían a la cárcel a quien experimente con la famosísima ‘mota’.

No solamente se puede observar la planta del cannabis por todos lados durante el filme, sino que ésta es vista de una manera tan natural que no puede llegar ni a ofender a nadie ni a ser considerada como una cinta pro-marihuana.

Uno de los puntos más fuertes de la cinta es la elección del elenco realizada por el debutante Cole, quien encontró en Blethyn el perfecto equilibrio entre determinación y candidez que el personaje requiere.

Su desarrollo de una mujer de mediana edad que de pronto se ve envuelta en un negocio que para ella no representa mayor problema es sutil e inteligente. Y para que su desempeño sobresalga, existe la co-estrella del filme, Ferguson, quien logra una conexión inmediata con el espectador y con la propia Blethyn. Cuando ambos aparecen juntos en pantalla son realmente divertidos.

Otros elementos que mueven a la risa por lo absurdo pero francamente cómico de su existencia son el par de viejitas chismosas que atienden una tienda de abarrotes, que creen que Grace está sembrando una planta para un nuevo tipo de té, o los traficantes londinenses que son igual de temibles como lo son de ineptos.

Ubicada dentro de la reciente tradición inglesa de presentar comedias que no se basan en vulgaridades sino en un guión más pensado y bien desarrollado, El Jardín de la Alegría es una buena comedia que dejará una agradable sensación de esparcimiento y sana diversión a quien tenga la suerte de realizar un buen ‘viaje’ de risas y buen humor.

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